Escapando de la realidad..
Siempre es bien sabido que el ser humano en su momento de mayor desesperación, busca la manera de escapar a la naturaleza, yo creo que en un esfuerzo por respirar una mejor calidad de oxígeno y poder llenar la cabeza de nuevas ideas y el corazón de nuevas energías, o simplemente para creerse más cercano a Dios. La necesidad de validación, tal vez la ansiedad de volver a tú rutina repotenciado de valor, de la armadura que sientes cuando crees que alguien más cuida de ti.
Así mismo, nos adentramos en las profundidades de la montaña, un domingo cualquiera, desilusionados del día día, de las peripecias a las que nos exponenmos para poder subsistir en una economía de guerra, que no te da posibilidad de disfrutar de lujos, pero a cada instante los pasa frente a ti, burlándose de ti y tu imposibilidad para disfrutar de ellos.
Comienza la subida al principal pulmón vegetal de la capital de tu hermoso país, una temperatura agradable, los sentidos bien despiertos, la sed saciada y las ansias por la cima en su máxima expresión. La mochila cargada de muchas expectativas, comentarios y dudas sobre si alcanzarás este día la meta de llegar al punto planteado. Unas ganas enormes de subir y limpiar tu espíritu de todo lo que lo atormenta, aligerar totalmente tus cargas, emoción a flor de piel. La montaña te recibe espléndida, con una suave brisa, un cielo despejado, paisajes soñados, te conmueven, te entusiasman a seguir sin bajar el ritmo.
Una experiencia sin dudar maravillosa, la cual han satanizado los que se creen expertos, diciendo que eres sedentario y no alcanzarías ni la mitad del camino. Definitivamente nadie conoce a nadie, menos sus límites ni posibilidades, llegue feliz, recargada, con ganas de más, con ganas de volver y subir más alto.