Ella era una chica bella, con un gran futuro por venir, una carrera profesional envidiable, una salud física acorde a su edad, y sé caracterizaba por ser una persona que siempre buscó la excelencia en cada proyecto que emprendió. La disciplina era propia de su carácter ¡Lo tenia todo! incluso el amor de su familia. Pero ello no fue suficiente.
El afán de querer ser perfecta los 365 días del año enfocándose en sus próximas conquistas profesionales de la mano de su inteligencia y sagacidad innata, junto con un cuerpo escultural, la llevaron a vivir en un mundo superficial. Viviendo del ego y de sus logros para así poder lograr su propia validación como persona y ocasionando en ella un desequilibrio emocional.
Ya qué había algo que le atormentaba y eso era envejecer, por lo tanto al cumplir treinta años de edad sintió que su vida no tenía sentido, que estaba llegando a su caducidad como mujer.
Tantos logros profesionales no pueden opacar el paso de los años y eso la dejó desolada. Estos pensamientos que ella misma tenia infundados en su corazón junto con los sarcásticos comentarios de los que la rodeaban sobre su cumpleaños treintavo. Afirmaron aún más el mal concepto que ella tenia sobre el paso de los años siendo mujer. Sus pensamientos eran consecuencia de un mundo occidental que considera a la mujer madura como poco atractivo para los estándares de belleza popular. Por lo cual la triste realidad de esta muchacha culminó con el fin de su vida.
Ella no logro entender que la vida vale la pena vivir aunque sea envejezca, que los años dan madurez y que una mujer siempre es bella solo por ser mujer, por poder dar vida desde que se llega a este mundo.
