Un mausoleo para Guaicaipuro
Un mausoleo para Guaicaipuro
Uno de los más importantes focos de resistencia indígena del llamado tiempo de la Conquista, se encontraba en el sector La Laguneta, aledaño a Los Teques, en el estado Miranda, en los alrededores de las Ruinas de La Mostaza, en el mismo lugar del que fuera más adelante El Camino de los Españoles.
En esa zona estuvieron hasta hace poco los restos de aquellas construcciones de piedra sólida en lo que parece fue una posada de camino o algo parecido. Por lo que sabemos, el cacique Guaicaipuro, acompañado de sus capitanes de guerra más inmediatos, Paramaconi y Terepaima, libró en ese lugar una de sus hazañas más recordadas, cuando enfrentó y venció a Juan Rodríguez Suárez, “el de la capa roja” fundador de Mérida, y a quien se le había encomendado la tarea de sofocar la resistencia de Guaicaipuro y sus guerreros, ante la violencia colonizadora. Nuestro cacique pertenece al linaje de los grandes mártires de la resistencia prehispánica, como Atahualpa y Moctezuma.
Hoy más que nunca tiene sentido la idea de crear en el mismo sitio del que venimos hablando, un museo indígena que contenga las piezas arqueológicas encontradas en los alrededores, además de convertir la región en un lugar turístico para propiciar la recuperación de nuestra deteriorada identidad regional, y contribuir así a la realización de nuestra venezolanidad, o lo que es lo mismo, una nueva forma de ser venezolano, entendido como mestizaje.
De acuerdo a la declaración de la Unesco en agosto de 1982, sobre Políticas Culturales, que insiste en la recuperación del patrimonio cultural material y no material, aquel que, como lo dice la misma declaración, “le dan sentido a la vida”, tenemos la posibilidad de construir un prontuario histórico y emocional que le permita a las generaciones venideras reconocerse en ese arquetipo originario del heroísmo, al lado de Bolívar del Negro Miguel, los emblemas de la espiritualidad popular del venezolano. Esta idea del mausoleo se la escuché por primera vez al Prof. Pedro Duno, después de muchos años sin vernos. En esa época tuvimos una reunión con el entonces rector de la UCV, Trino Alcides Díaz, para afinar la idea y recibir asesoramiento profesional ante un proyecto de estas dimensiones.
Más que los detalles sobre la naturaleza de una obra integral que incluiría posadas, guía turística, recuperación de documentos y piezas arqueológicas, el valor patrimonial y de refuerzo de la identidad cultural, justificaría cualquier inversión. Guaicaipuro es un signo emblemático de nuestro ser originario, sustento de nuestros mitos y leyendas tradicionales, no sólo del pasado histórico venezolano, sino del presente de un pueblo que padece una dolorosa y desesperanzada orfandad.
Padecemos el suplicio de Ixión, que atado a una rueda en el Tártaro, buscaba su persona y huía de su sombra al mismo tiempo. También nosotros buscamos nuestra alma; una esencia que brote de nuestra propia interioridad, que recoja toda la cosmogonía que nos ha hecho posible, en vez de oír las voces extrañas, que buscan imponernos sus propias limitaciones para salvarse de la derrota.
Lo digo por aquellos que aspiran a borrar, o cuando menos deformar la memoria colectiva, para doblegarnos una vez más con un estilo impersonal de vida que es el de ellos. Es la fórmula de Henry Ford: “Mis clientes pueden escoger el color del carro que ellos prefieran, siempre y cuando sea el color negro”. Ellos saben que las riquezas minerales como el agua, y la biodiversidad, están en América Latina, y que se requiere una mentalidad diferente para la preservación del ecosistema natural y humano, si queremos sostener ese universo, pero saben también que el dominio de esas riquezas nunca les será posible, si los pueblos despiertan y defienden lo que, más allá de sí mismos, le pertenece a la humanidad.
Es necesario entonces retomar ideas como las del Mausoleo, y encomendarle a nuestros especialistas el diseño de una obra tan particular, para no dañar el ecosistema de esa zona y adaptarse en lo posible a los códigos culturales de los habitantes del sector. Estoy seguro que el espíritu de nuestro gran Cacique ayudará en su construcción y preservación, porque el espíritu de los grandes hombres, y en especial de los que viven y mueren por su pueblo, se infiltra en el pensamiento y la sensibilidad subterránea de los descendientes, pues forma un prontuario que configura nuestra identidad y pertenencia.
Es una especie de brújula que nos guía ante la incertidumbre de la existencia en los momentos claves, cuando no tenemos otro referente a quien recurrir, sino a ese arcano silencioso y paciente que nos alienta a retomar la tradición, cuando se deforma nuestro lenguaje básico, cuando creemos ser otro, sin saber que nos vemos en un espejo deformado, y lo que vemos es el rostro marchitado de la desesperanza.
Imagen: Homenaje a la resistencia indígena. Andrés Pérez Mujica.
César Gedler