Capítulo 7. Amor. Tema 4.

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3 years ago

El tiempo pasó. Khlovetz y Rorah continuaron viéndose furtivamente y practicando la técnica de las runas. Aunque Rorah había mejorado notablemente gracias a las instrucciones de su madre, Klhovetz aprendía con rapidez y sus runas eran más perfectas y duraderas. El muchacho tenía un don para dibujarlas y ya había logrado runas cuyo efecto duraba varios minutos.

Ambos pasaban las tardes dibujando runas y aprendiendo las artes de la hechicería. Pero, sobre todo, pasaban tiempo juntos. En realidad, eso era lo único que ambos pretendían. Disfrutaban de la compañía mutua y pasaban las mañanas y las noches ansiando que llegara el siguiente momento de verse otra vez.

Pero la astuta Nychel no era tan fácil de engañar. Había notado cómo su hijo humano se evadía cada tarde y se unía a la manada por la noche. Además, siempre llegaba a la guarida húmedo y oliendo a agua del río, como si quisiese ocultar algún aroma que delatara dónde o con quién había pasado el tiempo.

En aquella ocasión Nychel decidió seguirle para descubrir a qué se dedicaba Klhovetz durante las tardes. Empleando toda su habilidad de acecho, lo siguió con cautela, lo suficientemente cerca para que no le perdiese de vista, pero lo suficientemente lejos para que el muchacho no detectara su presencia. Lo que vio llenó de furia a Nychel.

¡Humanos! ¡Malditos humanos! ¡Y concretamente una hembra humana!

Nychel sabía que aquella era la única manera en la que podía perder a su hijo medio humano, medio huargo. Estaba segura de que se corrompería y se marcharía con los humanos. La loba albina, siempre temió en su interior que aquello sucediese. Se decía a sí misma que era por su odio hacia los humanos y por lo que le habían hecho tiempo atrás. Pero en realidad, sabía que era porque amaba a su hijo humano, criado como huargo. Y temía perderlo para siempre.

Desde unos arbustos cercanos Nychel observaba la escena. Su hijo adoptivo disfrutaba con la compañía de aquella hembra humana. Y ambos emanaban un aroma a feromonas que no dejaba dudas. Se atraían mutuamente. Y mucho.

Llena de furia, quiso saltar y destrozar a aquella muchacha, pero el cuervo la detuvo.

—¡Alto mi señora de la manada! Sabes tan bien como yo que la decisión es suya. No debes intervenir. Pronto tendrá que tomarla. Pero habrá de hacerlo solo. Quédate. Observa. Comprenderás.

Nychel gruñó al cuervo en un primer momento, pero sabía que tenía razón. Se agazapó y se quedó observando a la pareja esforzándose por controlar su instinto y evitando ser detectada.

—Hoy mi madre me ha enseñado una runa nueva de su libro —dijo Rorah

—¿Una runa nueva? Creía que ya las habíamos aprendido todas. La de protección contra elementos, la de la transformación, la del…

— La del Amor —le interrumpió —Sirve para que toda persona en las proximidades caiga enamorada de quien dibujó la runa, ya sea hombre o mujer.

Klhovetz nunca había oído hablar de algo semejante. Una de las leyes fundamentales de las runas es que se pueden alterar cosas, dominar elementos o transformarse a uno mismo. Pero no existía runa alguna para cambiar la voluntad de una persona. Y mucho menos de provocar que se enamorase. Aún así, se quedó mirando atentamente a Rorah.

Ella dibujó un extraño símbolo en el suelo, muy distinto a cualquier runa conocida, y después le miró a los ojos.

—Ya está. Esa es la runa. Así se dibuja. Y ahora... ¿notas algo especial?

Klhovetz no sentía nada. Miraba la runa, pero no notaba que aquello fuese la fuente de algún poder místico. Miró a Rorah y respondió:

— Bueno, tal vez no la hayas dibujado bien. Ya sabes que al principio suele pasar.

—No. Es así. Es perfecta. ¿Seguro que no sientes nada? —le dijo mientras se acercaba lentamente hacia él mirándole fijamente a los ojos.

A medida que se acercaba, Klhovetz empezó a notar el poder de la runa. Sentía que sus rodillas flaqueaban y que no podía apartar la mirada de la muchacha. Una fuerza interior le obligaba a acercarse a ella. Quería correr, pero sus pies se movían despacio, como acompasados con los pasos de ella que se le acercaba del mismo modo. ¡Dioses! ¡Era una runa realmente poderosa!

La pareja acabó cara a cara. Sus bocas se separaban por pocos centímetros. Ella torció ligeramente la cabeza hacia un lado y él no pudo evitar posar sus labios en los de ella. Ambos cerraron los ojos y sintieron un furor interior que les impelía a acercarse aún más. Se abrazaron y se besaron con gran pasión y aún así no era suficiente. Sentían que debían acercarse aún más, como fusionarse en un solo cuerpo, como atravesar el cuerpo del otro hasta fundirse en un único ser.

Rorah se detuvo. Tomó del brazo a Klhovetz y lo llevó hacia la choza sin decir ni una palabra.

Fuente: Elaboración propia a partir de gráficos vectoriales CC. Descripción: Una loba albina y un cuervo observan a una pareja de jóvenes enamorados. Sobrescrito se lee 'Runa del amor'

Desde los arbustos, Nychel sabía lo que iba a suceder. Y miraba con tristeza cómo la puerta de la choza se cerraba. Allí entraba un niño huargo. Y era posible que, después de aquello, de allí saliese un hombre humano. Si eso sucedía, si Klhovetz escogía ser hombre y no huargo, no habría sitio para él en la manada y lo perdería para siempre.

— ¿Comprendes ahora? Debe ser él quien decida. No podemos hacer nada —dijo el cuervo.

Nychel agachó la cabeza con tristeza. Era verdad. No podía hacer nada, y aunque pudiese, tampoco debía hacerlo. Solo le quedaba esperar que aquel muchacho eligiese entre su madre huargo y su pareja humana. Nychel conocía bien al muchacho. Ya sabía la respuesta.

Una lágrima de huargo es muy apreciada en alquimia porque se dice que los huargos casi nunca lloran. Y es cierto. Pero Nychel soltó tres antes de volver con la manada.

Los cristales de la choza se empañaron y así se mantuvieron durante horas. Al caer la noche, Rorah advirtió a Klhovetz con la voz entrecordada:

—Es hora de que te vayas. Mi madre llegará pronto.

Klhovetz asintió y se puso de nuevo su segunda piel hecha de conejos sin dejar de mirar a la muchacha. Al hacerlo, al verla allí de aquel modo, supo la respuesta que daría al cuervo. Amaba a su madre loba, pero no abandonaría jamás a Rorah, incluso si eso implicaba ser expulsado de la manada para siempre.

Aún extasiado por lo que acababa de suceder, Klhovetz dijo al salir:

— Volveré mañana. Tal vez podamos volver a practicar con esa runa del amor. Es muy poderosa, incluso sin que aún hayamos logrado dominarla tiene un poder...

Rorah soltó una carcajada pícara:

— ¡Jajaja! Mi cándido niño lobo. No existe ninguna runa del amor, ¡tonto!

Y le besó en los labios.  

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3 years ago

Comments

El primer capítulo que leí fue el que narra la historia de Nychel, le tengo un aprecio especial a este personaje, este capítulo me encantó, por un lado la emoción por el enamoramiento de los chicos, por otro, a Nychel le toca perder de nuevo lo que más ama, dos sensaciones por el mismo precio.

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3 years ago

Sí, Nychel es un personaje muy interesante. Aunque no es obligatorio, te recomendaría leer los capítulos en orden porque en los anteriores se van dando ciertas pistas y trasfondos de lo que sucede a continuación.

Muchas gracias por leerme y participar en la comunidad, La.lucha. Un saludo

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3 years ago

Rorah jugó vivo y se aprovechó de la inocencia de aquel joven inexperto y enamorado. Ahora que le deparará en el mundo de los humanos tras su decisión.

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3 years ago

Ambos estaban enamorados, pero ninguno se atrevía a aceptarlo. Rorah solo se inventó la runa del amor como excusa para que pudieran dar rienda suelta a sus sentimientos y superar esa timidez y desconocimiento inicial. Ahora toca tomar decisiones, y a veces, se toman malas decisiones... veremos que viene a continuación XD Gracias por tu comentario y fidelidad a la historia elidimar011319, así da gusto escribir cualquier cosa XD

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3 years ago

Si estaban chinguitos los dos por amarse. Ahora a ver que pasa con esta historia de amor y misterio. Es un gusto leerte. Me gusta como creas tus propias imágenes. Total calidad.

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3 years ago

Excelente historia Loucy, ya me imaginaba al muchacho mitad lobo y mitad humano.

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3 years ago